Navidad compartida
Cada fin de año, Santa y su taller recibían cartas a más no poder.
¡No damos abasto con tanto pedido! –dijo un día un duende, algo compungido.
Y Santa, paciente, le dio la razón: Pensemos entonces una solución.
El duende nervioso se puso a pensar, pero la respuesta no pudo encontrar.
Los niños son muchos yo no sé qué haremos, habrá que apurarse o no llegaremos.
Otro duendecito, joven y dispuesto, propuso una idea, feliz y contento:
Durante la noche también trabajemos y con los pedidos, así llegaremos.
Y Santa, muy sabio, dijo al duendecito, en un tono dulce y algo suavecito:
Agradezco mucho tu buena intención, pero no dormir no es la solución.
Y entonces habló el más calladito, un duende que, encima, hablaba bajito:
Pidamos ayuda a niño por niño, verán que lo harán con mucho cariño.
Los pequeños acostumbran a pedir y recibir ¿y si este año aprenden a compartir?
Intrigados y callados lo dejaron continuar, tal vez no era mala idea este año cambiar.
Les diremos que hay niños que ni escribir pueden, que podrían compartirles algo de lo que ellos tienen.
Algunos tienen de sobra y a otros les falta todo, poner en marcha este plan creo que es un buen modo.
Aprenderán que si dan, mucho amor recibirán y que para ser feliz, siempre hay que compartir.
Santa dijo entusiasmado ¡Qué idea maravillosa! ¿Y cómo sería la cosa?
Les mandaremos las cartas con el pedido de ayuda y verán cómo responden sin demora, con premura.
Y los duendes a escribir enseguida se pusieron y esta vez del Polo Norte muchos pedidos salieron.
Y como todos los niños tienen un buen corazón, esa fantástica idea fue una gran solución.
Fue de todas la más feliz Navidad pues en ella se mezclaron la bondad y la humildad.
Fin
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