Más vale caer en gracia que ser gracioso


Más vale caer en gracia que ser gracioso


Hay un refrán que dice "más vale caer en gracia que ser gracioso" y, como casi todos los refranes, es muy cierto porque hay personas que, sin ser graciosas o agradables en absoluto, tienen esa extraña habilidad para que todo el mundo disculpe sus defectos, sus acciones, por descabelladas que sean, para que se maximice cualquier nimio problema que tengan y, en definitiva, para tener siempre a todo el mundo pendiente de ellas, dispuestos a ayudar y a disculpar lo indisculpable.

Otras, en cambio, se pasan toda su vida actuando correctamente, trabajando como burros, tratando a los demás con cariño, haciendo favores, aguantándose muchas veces sus ganas o necesidades por agradar o favorecer a los demás y anteponiendo las necesidades o caprichos de los otros a los suyos propios y no hay forma, siempre hay un pero para ellas o un "ya lo sabía yo" cuando, de manera involuntaria, les sale algo mal.

Las primeras viven muy bien, toman lo que se les da o lo que quieren sin preguntar, dan por sentado su derecho a todo, a vivir su vida sin preocuparse de los demás y a tener a los demás preocupándose por el más mínimo problema o necesidad que pudieren tener. Ni siquiera agradecen lo que se hace por ellas, te dan de lado hasta la próxima "emergencia" y, pese a todo, siempre hay alguien que las disculpa, con algo tan simple como decir: "ella o él es que es así".

Las segundas, llega un momento en que ya no pueden más, en que necesitan gritarle al mundo que son personas también, que necesitan un respiro para su agotamiento infinito, que, si no la aprobación de los demás, necesitan al menos comprensión para sus necesidades o, al menos, un momento a solas sin tener que atender a alguien, ni escucharle, ni comprenderle. Porque, de no ser así, llega un día en que algo se rompe en su interior y les impide seguir. Llega un momento en que, inexorablemente, la angustia se apodera de sus vidas.

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